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Calle 13 (sin mapa) de Marc De Beaufort

“Al fin y al cabo, somos lo que hacemos

para cambiar lo que somos”

Eduardo Galeano


Cuentan los que han viajado por Latinoamérica que uno de sus rasgos más susceptible de noción es el contraste, el contraste entre la selva y la capital, el hambre y la alegría, la riqueza y la pobreza, el machete y la metralleta, el color canela y el blanquito de televisión, el presente como refugio de un futuro que se espera, que se sigue esperando, el norte y el sur, lo justo y lo injusto, y así una larga lista de opuestos que se separan apenas por un muro, una reja, una moda, una montaña o una ley.


Calle 13, grupo puertorriqueño que empezó su andadura subido al lomo del reggaetón, muy pronto se vio limitado por la oferta temática del genero (ya se sabe, Bailen, yales, muevan, suden…) e inicio un viaje por Perú, Venezuela y Colombia, en busca de realidades que nutran sus letras de otro tipo de verdades, verdades sociales quizás, verdades rituales, continentales y reivindicativas.


Marc De Beaufort dispone de las palabras de René Pérez, líder del grupo Calle 13, para presentar un periplo que ahonda en esa experiencia del contraste y, por tanto, en el peligroso juego que supone dividir realidades muy densas en simples “esto está bien, esto está mal” o “este es el bueno, este es el malo”. Ardua empresa darle palabras a un continente así, tan grande hacia los lados y tan retorcido hacia atrás, tan aguerrido hacia abajo y tan difuso hacia arriba, y es ahí, en medio de esta búsqueda, donde René Pérez sobrevuela los kilómetros con ese traqueteo verbal propio de quien viaja sobrepasado de significados, ordenando sobre la marcha una lógica que sea capaz de explicarse, donde pueda converger en una sola experiencia la pesca con las manos y las entregas de premio de MTV o las hamacas con mosquiteros y los hoteles de lujo, todos los extremos en los que se vio inmerso un grupo de música como Calle 13, que paso del anonimato a la fama mundial en menos de un año.


Dos paradas en el viaje que resaltan, una es La Rinconada, en Perú, una mina de oro a 6 mil metros de altura a la que no llegan ni las multinacionales. Ahí un pequeño poblado de mineros y prostitutas vive recogiendo oro para ellos, solo para ellos, pero a costa de la falta de oxigeno, de luz, de agua potable, de limpieza en las calles, en fin, más contrastes, en este caso el oro y la mierda.

La otra parada, Palenque, Colombia, de fuerte tradición negrera, declarado pueblo libre de América, hoy no entra ni la policía ni los militares allí, y allí mismo la música fluye por las venas de la mano del Sexteto Tabalá y Carmelo Torres, este último protagonista de uno de los mejores momentos de la película;


(minuto 4:01)

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