Cuando ya no queden más edificios que derribar, cuando ya no haya más vecinos que desahuciar y cuando la opinión publica sea oficialmente cuestión de moda, empezaremos a derribar putas y yonkis. Pondremos todos los medios necesarios para derribarlos, para hacerlos desaparecer, con excavadoras, con maquinas de hacer ruido, haremos desaparecer cada puta y cada yonki de nuestras calles y en lugar de cada puta y cada yonki pondremos un hotel. Revitalizaremos la zona, la recuperaremos del abandono, además de generar nuevos puestos de trabajo, en un deseo personal y sincero de nuestro alcalde.
Si bien el proyecto es ambicioso, el imaginario colectivo de todos y cada uno de nosotros, el vivir bien en una ciudad bien, vale la pena.
Y cuando ya no queden ni putas ni yonkis por las calles de nuestra ciudad debido, en parte, al constante reclamo de los vecinos por un hotel en cada esquina, también habrá lugar para la cultura. Es por ello que pondremos en marcha el plan “Borremos la vida para poder contarla”, que consiste simplemente en la progresiva eliminación de forma definitiva de toda expresión artística al margen de la ley, porque si no es legal, no es arte. Así, por cada músico callejero y por cada grafitero ensuciando una de nuestras paredes, pondremos un auditorio o un museo donde encuentren su lugar artistas de la talla de John Cage o Basquiat. Será genial, ¿os lo imagináis?
Este complejo de la cultura inmerso en el núcleo del fragor local, será, así mismo, un espacio para nuestros queridos estudiantes, para los cuales hemos puesto en marcha el proyecto “Si el dinero no va a ellos, que ellos vengan al dinero”. Este ambicioso plan se articula ante el evidente crecimiento de las humanidades en toda Europa, y nosotros, que nunca olvidamos que somos Europa aunque no sabemos muy bien qué es Europa, vamos a acercar a los estudiantes, vamos a darles un edificio entero todo gris, todo muy bonito muy bonito, con muchos cristales a la calle para que también les de la luz, con seguridad privada para que no les roben todo lo que hayan aprendido, cámaras de seguridad por si hay algún despistado y cajeros automáticos muy cerca por si les apetece hacer un descanso en la cafetería.
Cambiaremos todo el mobiliario público, árboles por farolas porque la sombra ya es excesiva, vagabundos por papeleras porque somos ecológicos, césped por baldosas para que podáis por fin pisar, aceras amplias para dejar de preocuparos por aparcar y carriles bici para que os podamos, por fin, multar.
En esta Barcelona del Siglo XXI seremos nosotros (no vosotros) quienes digamos si os molesta fumar o no, quienes digamos si os molesta beber o no, quienes digamos si estáis enfermos o no, quienes digamos cuanto vale el transporte publico y cuanto vale vuestra vida privada. Porque, ¿Quién mejor que nosotros (no vosotros) para cuidar de vosotros (no de nosotros)? ¿Quién, eh? Pues eso.
Con el saber hacer que nos caracteriza desde las Olimpiadas, todo el proceso de transformación de nuestro núcleo urbano será retransmitido en directo por televisión a cada hogar del mundo en un esfuerzo sin precedentes de todos los organismos designados a dedo para tal fin. Las reflexiones y comentarios irán a cargo de nuestro buque insignia (más buque que insignia) del saber en catalán, el señor Cunit, aderezados por las intrépidas ocurrencias culturales del señor Mascarell. A pie de obra el testimonio de la señora Rahola y un poquito más allá, los consejos del más que sabio señor Fainé. Inundaremos las calles de publicidad sugerente, llenaremos los domingos con suplementos especiales, cineastas y cocineros se interesarán por nosotros, hablarán de nosotros, todos los periódicos del mundo hablarán de nosotros, todos querrán venir a visitarnos y nosotros ya tendremos, como quien dice, el suelo barrido, la mesa puesta y la cabeza peinada. Seremos, en pocas palabras, la re-puta hostia del Mediterráneo. Ya es hora de tener la Barcelona que nos merecemos, do you understand?