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“Che Guevara, donde nunca jamás se lo imaginan” de Manuel Pérez Paredes

“El hombre que tiene fe ha de estar preparado,

no sólo a ser mártir, sino a ser un loco”

Gilbert Keith Chesterton



Cuando el objeto de estudio es una figura independiente, es decir, cuando es la biografía de una persona en concreto la que se somete a la exhumación en pos del conocimiento o contra el olvido, por lo general nos encontramos con dos rasgos impostergables, por un lado la prodigiosa correlación de todos los capítulos de una vida con lo que al final fue la esencia de su gloria, y por el otro lado la sugerida, y más tarde consensuada, metáfora que se derrama de una vida tal y que no solo habla del devenir personal, sino también de una década y un continente.


En “Che Guevara, donde nunca jamás se lo imaginan” (2004) de Manuel Pérez Paredes, estos dos rasgos se presentan nuevamente como los pilares fundamentales para hacernos saber quien fue el homenajeado, en este caso, el Che.


Así, para empezar haciendo referencia a ese primer semblante distintivo de este tipo de trabajos, vemos como ya el pequeño Ernestito luchó como ningún otro con sus problemas de asma, vemos como un viaje en motocicleta por el vasto continente se presenta como el viaje interior que, a falta del protagonista hoy para dar su versión, se entiende como el purgatorio natural de un camino que termino siendo ese y no otro, y podemos escuchar incluso como, aún sin saber el Che de su proximidad cubana, escribe cartas de alto calado visionario, cartas que, recién después de todo, podemos inscribir en la cordura del consecuente, pero mientras tanto podían serlo del que, gobernado por las pasiones del alma, se revela apegado a la militancia, pero no de una ideología sino de una edad.


En otra línea de los hechos, no podemos negar que si el trabajo del Che Guevara activó toda una maquinaria de defensa y ataque sin precedentes en el bando contrario, es porque algo habrá hecho correctamente, ahora bien, si hacemos un paneo a la realidad que hoy nos abraza, tampoco podremos negar que estamos enteramente gobernados y gestionados por aquellos contra los que se enfrentó el guerrillero, entonces ¿De qué sirvió su buen hacer? ¿Por qué a pesar de su corta vida aún sigue vivo? ¿Por qué tantos documentales, libros y camisetas?


En efecto, es aquí cuando una trayectoria personal se traduce en tendencia universal, la evidencia de que uno siempre es parte activa de algo más grande, de que el aislamiento individual solo es posible si lo prosigue la acción colectiva, de que nada es producto del mandato divino y todo se transforma, y se transformará en la medida en que cada uno, partiendo de la inmediatez de su entorno, trabaje sobre la línea de la justicia social.


Claro, cuando uno se entera de que hay una película del Che Guevara subtitulada con los versos de Eliseo Diego “… donde nunca jamás se lo imaginan”, pues se tiende a pensar que lo que allí se proyecte sean esos detalles escondidos en los días del hito, elementos que nos enseñen, ya no que nos informen, sino que nos enseñen, como se construye valor tal, como se asumen decisiones tales, y como se puede, finalmente, perderle el miedo a la muerte cuando a ella te enfrentas si también quieres ser consecuente con tu sueño del mundo.


Aquí me parece crucial, por ejemplo, los días en que el Che Guevara tiene que elegir entre la vida familiar (ya casado y con una hija) y la lucha armada en Cuba. Capitulo nunca aterrizado en esta película y que, es de suponer, nos diría muchas cosas del hombre, como también el divorcio de su mujer una vez Cuba socialista, el desapego a eso que parece ser el modelo de vida de cualquier occidental y la gestión de su negación, la vida de un medico en la selva, la vida de un argentino quimérico en Cuba, la vida de un cubano victorioso en el Congo y la vida de un congoleño frustrado en Bolivia. ¿Dónde están todos estos datos si es evidente que son ellos los que hoy pueden acercarnos a ejemplos de vida como este? Hablo de una nueva lectura del mito que no solo trate las vicisitudes de un hombre al servicio de una ideología, sino también al servicio de sí mismo, y que responde, más que nada, a ese constante deseo (en este caso del cine) de humanizar lo que con el tiempo se endioso, pero si en tal empresa se cuela la simpatía, el fanatismo o la subjetividad extrema, lo que parece un ejercicio de memoria se convierte en un supuesto propagandístico y, ya se sabe, con la propaganda hay que andarse con mucho cuidado, sobre todo con aquella que nos venden lo que hace tiempo ya compramos.

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