Buscando nuevos cruces entre planos secuencia de diversas películas, nos hemos dado cuenta que un gran número de ellas suceden en el bosque. ¿Por qué el bosque? Encuentros furtivos, búsquedas desesperantes, secretos compartidos, huidas, este rincón de naturaleza desbocada es, por su silenciosa presencia y su invitación al anonimato, el lugar por excelencia de las revelaciones narrativas.

En "Sunrise" (1927) de F.W.Murnau este escenario es cuna del adulterio, él y ella se esconden entre los árboles en mitad de la noche para dar rienda suelta a su amor prohibido y, lo que empieza siendo una tétrica secuencia encaminada al susto, se resuelve en un apasionado beso.

En "La infancia de Iván" (1962) de Andrei Tarkovski, estamos en guerra, y en medio de esa guerra nos encontramos un bosque, y en ese bosque, un combatiente y una enfermera permitiéndose un armisticio. Él la busca, ella se aleja, él vuelve a buscarla, ella parece asustarse. El ritual parece consagrarse pero, al igual que en la guerra, nada está ganado hasta llegar al final.

El bosque se presenta en estas secuencias como un intervalo de lo que debe ser. Allí sucede lo que, por norma, no puede suceder a ojos de la ciudad, que son los ojos de la mujer engañada en "Sunrise" y que es la crueldad de una guerra en "La infancia de Iván".

Y siguiendo esta misma línea de los acontecimientos, podemos ver que el bosque es, por ejemplo, el espectador de los desvaríos comunistas a viva voz de los protagonistas de "La salamandra" (Alain Tanner, 1971), como testigo de la desesperación y la crueldad en "Pasión" (Ingmar Bergman, 1969) y, ya sirviendo un ejemplo cercano, podemos ver la ambigua pérdida de un hijo del rock en "Last Days" (Gus van Sant, 2005).