Y dado que Cuba solo es comparable consigo misma, esta cuarta y última cápsula de cine enfrenta dos planos de una misma película, "Soy Cuba" del realizador Mikhail Kalatozov.
Rodada cuatro años después de la toma del poder por parte de Fidel Castro, este trabajo reúne todas las condiciones para ser etiquetado de propagandístico, pero su destreza técnica y el evidente estado de gracia de sus creadores, lo eleva por encima del panfleto y lo coloca en horizontes más poéticos.
"Soy Cuba" se estructura entre dos planos que funcionan como pilares. En una primera parte, la realidad de los hoteles, la fiesta, el turismo y la levedad. Y por otro lado, la realidad a pie de calle, la lucha, los ideales, los mártires, estudiantes y obreros.
La relación de ambos planos se fundamenta, básicamente, en que son secuencias sin cortes que, incluso, llegan a desafiar las posibilidades técnicas a las que nos tiene acostumbrados la década del ´60, pero los cruces no acaban ahí.
Fíjense que los movimientos horizontales de cámara son idénticos, mientras que los verticales se oponen.
En un primer momento el plano que registra la fiesta comienza a descender, justo cuando en el plano del funeral comienza a elevarse (01:10). Acabado este movimiento, ambos planos se desplazan hacia la derecha (01:46), enriqueciendo la diferencia con un intercambio, en el primero un anciano le pasa una copa a una joven, mientras que en el otro, los trabajador se pasan de mano en mano una bandera (02:10). El proselitismo está servido, pero también la magia. Acto seguido ambas cámaras avanzan sobre el escenario (02:28) llegando a un final que escapa a la mera técnica y se inscribe ya en lo profético: mientras el plano del funeral, cargado de heroicidad, sobrevuela la escena cual paloma blanca, el plano del hotel se hunde en su propia banalidad (02:53).
El fuerte calado de esta historia radica, pues, en esa perfecta combinación de los elementos, haciendo de la técnica y la poesía un único canal desde el que se disparan ideologías.